Concretamente, me gustaría presentaros la figura de la Victoria de Samotrace (ver arriba), una diosa-mujer que me ha impactado, fascinado e inspirado desde el primer momento en el que la vi, porque parece viva: todo en ella comunica energía, movimiento y determinación. Consciente de su procedencia divina, vence la inercia del mármol y lo llena con belleza y vida palpitante.
Y a la vez, tiene una presencia humana sobrecogedora, está aquí y ahora, conectada con su cuerpo, con sus emociones y pensamientos, contemplando sin miedo este mar tumultuosa que la rodea. Es entera y coherente porque se ha vencido a si misma desde la noche de los tiempos y no tiene miedo de ponerse a prueba de nuevo, cada día, en cada instante.
En este sentido os invito a darles alas a vuestros sueños, a vuestras vidas, a vuestras voces para que logremos tomar consciencia, cada vez más, de los humanos divinos (o dioses disfrazados de humanos) que somos. Y qué mejor que el canto y la música para lograrlo, que
según la leyenda conmocionan incluso a las piedras?
Sigrid
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