26 de mayo de 2008

Una historia japonesa cuenta que dos hombres se encuentran, de noche...

Uno dice al otro:
“En cada noche del año nuevo canta el ruiseñor.”

Al oír estas palabras, el ruiseñor exclamó:
“Como voy a saber yo si es el año nuevo? Canto, eso es todo.”


No hace falta ser japonés para entender el mensaje que nos ofrece el ruiseñor. Lo cierto es que muchas veces solo cantamos en fechas señaladas, como son por ejemplo las fiestas de cumpleaños. Allí, de repente, todos cantamos sin pensárnoslo dos veces: “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos…”, esperando que el homenajeado sople nada más acabar la canción, para no tener que repetir la estrofa…

En el caso de los atrevidos que cantamos fuera de las fechas señalas, suele ser en espacios seguros y aislados, cuando nadie nos oye, como en el coche y en la ducha. Y si es en compañía, a lo mejor después de algunas copitas…y/o viendo la final de Eurovisión.

A pesar de todo, el hecho de cantar es y sigue siendo nuestro derecho natural. De bebés, lo teníamos muy claro y nuestras madres recuerdan con mayor o menor alegría las voces poderosas que teníamos todos. Además de ser nuestro derecho, es un camino fácil y rápido para volver a nuestro estado natural, que es la felicidad. Creo que estaréis de acuerdo si afirmo que necesitamos recrear nuestra felicidad en cada momento, no solo en el día de nuestro cumpleaños…por cierto, ¿cuando es el tuyo?

Sigrid


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